Esos años fueron los mejores. Primero empezamos en clase con bastantes niños (aún recuerdo al torbellino de Isaac, que no era capaz ni de estarse quieto al intentar darle a la pelota -lo acabó dejando-) y, más tarde, Julio decidió entrenarnos por separado a dos amigas y a mÃ. Además de los dos turnos semanales, añadÃa una hora más después de la clase normal para formarnos.
Gracias a esas clases conseguà mi esguince de tobillo y muchos pelotazos por hacer mal las cosas.