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2.7.13

Mi infancia la pasé en un pequeño pueblo en la costa de Murcia. Para mi gusto, de los pueblos más bonitos que hay, Cabo de Palos.

Pegado a una zona de turismo (La Manga del Mar Menor) no pueden ser más diferente: mientras que La Manga se llena a reventar de turistas en los dos meses de verano, Cabo de Palos tiene un ambiente tranquilo, con las mismas familias de toda la vida y con los nuevos miembros de cada una de ellas. En Cabo de Palos, además de la playa que da al mar Mediterráneo, puedes encontrar diferentes calas por toda su costa, un faro enorme que saluda a todos los barcos en la oscuridad, más un fondo marino espectacular donde numerosos clubs de buceo invierten su tiempo.


Cuando era pequeña, no había mejor sitio donde crecer. Poder ir a cualquier lado sin peligro, pasear en bici, pasar el tiempo en la playa y empezar el verano antes que nadie...
Pero, una vez que empezó la adolescencia, no tenía ganas mas que de irme a vivir a otro sitio con más vida: la ciudad. 
Ahora que llevo viviendo en la ciudad como cuatro o cinco años, no pasa una semana sin que piense "si estuviese en Cabo de Palos...". 

Mi suerte ha llegado porque ¡ya es verano!. Soy una veraneante más en mi propio pueblo, aunque la sensación es diferente: quiero aprovechar cada minuto al máximo y no dejo pasar la oportunidad de ir a la playa, de quedar con gente de aquí y de allá, de salir a navegar, de ir a la playa a leer, de hacer barbacoas nocturnas en alguna cala con baño incluido, de salir de fiesta, de ir a la playa a ver la lluvia de estrellas, de que la luna me tire caramelos (pero esa es otra historia que ya contaré), de acostarme tarde y levantarme tarde, de desayunos de pan con tomate y melocotón en la playa y de hacer foto a cada momento que me haga recordar los minutos inolvidables que paso y he pasado en este pequeño pueblo con tanto encanto... 




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